viernes, 21 de diciembre de 2012

Tú vives siempre en tus actos

Noire et Blanche y negativo, por Man Ray © 1926 
Tú vives siempre en tus actos.
Con la punta de tus dedos
pulsas el mundo, le arrancas
auroras, triunfos, colores,
alegrías: es tu música.
La vida es lo que tú tocas.

De tus ojos, sólo de ellos,
sale la luz que te guía
los pasos. Andas
por lo que ves. Nada más.

Y si una duda te hace
señas a diez mil kilómetros,
lo dejas todo, te arrojas
sobre proas, sobre alas,
estás ya allí; con los besos,
con los dientes la desgarras:
ya no es duda.
Tú nunca puedes dudar.

Porque has vuelto los misterios
del revés. Y tus enigmas,
lo que nunca entenderás,
son esas cosas tan claras:
la arena donde te tiendes,
la marcha de tu reloj
y el tierno cuerpo rosado
que te encuentras en tu espejo
cada día al despertar,
y es el tuyo. Los prodigios
que están descifrados ya.

Y nunca te equivocaste,
más que una vez, una noche
que te encaprichó una sombra
-la única que te ha gustado-.
Una sombra parecía.
Y la quisiste abrazar.
Y era yo.



Pedro Salinas, 1933

jueves, 29 de noviembre de 2012

viernes, 23 de noviembre de 2012

Ayer

I, Tokyo 75, por Jacob Aue Sobol © 2007
Ayer fue miércoles toda la mañana.
Por la tarde cambió:
se puso casi lunes,
la tristeza invadió los corazones
y hubo un claro
movimiento de pánico hacia los
tranvías
que llevan los bañistas hasta el río.

A eso de las siete cruzó el cielo
una lenta avioneta, y ni los niños
la miraron.

                   Se desató
el frío,
alguien salió a la calle con sombrero,
ayer, y todo el día
fue igual,
ya veis,
qué divertido,
ayer y siempre ayer y así hasta ahora,
continuamente andando por las calles
gente desconocida,
o bien dentro de casa merendando
pan y café con leche, ¡qué
alegría!

La noche vino pronto y se encendieron
amarillos y cálidos faroles,
y nadie pudo
impedir que al final amaneciese
el día de hoy,
tan parecido
pero
¡tan diferente en luces y en aroma!

Por eso mismo,
porque es como os digo,
dejadme que os hable
de ayer, una vez más
de ayer: el día
incomparable que ya nadie nunca
volverá a ver jamás sobre la tierra.

Ángel González, 1961

lunes, 19 de noviembre de 2012

Un relámpago apenas

El beso, porAlfred Eisenstaedt © 1945


Besas como si fueses a comerme.
Besas besos de mar, a dentelladas.
Las manos en mis sienes y abismadas
nuestras miradas. Yo, sin lucha, inerme,

me declaro vencido, si vencerme
es ver en ti mis manos maniatadas.
Besas besos de Dios. A bocanadas
bebes mi vida. Sorbes. Sin dolerme,

tiras de mi raíz, subes mi muerte
a flor de labio. Y luego, mimadora,
la brizas y la rozas con tu beso.

Oh Dios, oh Dios, oh Dios, si para verte
bastara un beso, un beso que se llora
después, porque, ¡oh, por qué!, no basta eso.

Blas de Otero, 1950

jueves, 8 de noviembre de 2012

Soneto LXI

Elena y yo, por André Kertész © 1931




Ir y quedarse, y con quedar partirse,
partir sin alma, y ir con alma ajena,
oír la dulce voz de una sirena
y no poder del árbol desasirse;

arder como la vela y consumirse,
haciendo torres sobre tierna arena;
caer de un cielo, y ser demonio en pena,
y de serlo jamás arrepentirse;

hablar entre las mudas soledades,
pedir prestada sobre fe paciencia,
y lo que es temporal llamar eterno;

creer sospechas y negar verdades,
es lo que llaman en el mundo ausencia,
fuego en el alma, y en la vida infierno.


Félix Lope de Vega y Carpio, 1602


Pincha en la imagen para enlazar con la canción "Ausencia", en la que Imanol musica el famoso soneto lopesco.

martes, 6 de noviembre de 2012

Instrucciones para llorar

Lágrimas (detalle), por Man Ray © h. 1930
Instrucciones para llorar. Dejando de lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza. El llanto medio u ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente.

Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca.

Llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia adentro. Los niños llorarán con la manga del saco contra la cara, y de preferencia en un rincón del cuarto. Duración media del llanto, tres minutos.

Julio Cortázar, 1962



Vídeo del taller experimental RR, El Valle-Mérida, Venezuela.

miércoles, 31 de octubre de 2012

Si me llamaras, sí

Public Defender on Telephone, por Dorothea Lang ©1955
¡Si me llamaras, sí,
si me llamaras!

Lo dejaría todo,
todo lo tiraría:
los precios, los catálogos,
el azul del océano en los mapas,
los días y sus noches,
los telegramas viejos
y un amor.
Tú, que no eres mi amor,
¡si me llamaras!
Y aún espero tu voz:
telescopios abajo,
desde la estrella,
por espejos, por túneles,
por los años bisiestos
puede venir. No sé por dónde.
Desde el prodigio, siempre.
Porque si tú me llamas
-¡si me llamaras, sí, si me llamaras!-
será desde un milagro,
incógnito, sin verlo.

Nunca desde los labios que te beso,
nunca desde a voz que dice:
“No te vayas.”

Pedro Salinas, 1933

Versión musical de Vicente Monera.

viernes, 26 de octubre de 2012

Ojos claros, serenos

La niña Afgana, por Steve McCurry © 1984 (el original es en color).

Ojos claros, serenos,
Si de un dulce mirar sois alabados,
¿Por qué, si me miráis, miráis airados?
Si cuanto más piadosos,
Más bellos parecéis a aquel que os mira,
No me miréis con ira,
Porque no parezcáis menos hermosos.
¡Ay tormentos rabiosos!
Ojos claros, serenos,
Ya que así me miráis, miradme al menos.

 Gutierre de Cetina, h. 1550
Versión dirigida por Jordi Savall de la musicación que compusiese Fco. Guerrero y que fuese incluida en el Cancionero de Medinaceli

martes, 23 de octubre de 2012

Desde que tú me miraste

Retrato de la serie The American West, por Richard Avedon

Fotograma de Cautivo del deseo.
Los ojos de Bette Davis, de los que nace una mirada ya legendaria. ¿Conoces la canción?



Desde que tú me miraste
tan solo tus ojos veo:
o es que los demás no existen
o es que me dejaste ciego.




Manuel Amor Meilán, 1902

miércoles, 10 de octubre de 2012

Historia

Zaguán, por Sara Facio. (La fotografía del icono es del libro 
Foto del escritor, también de esta artista).
Esta artista chilena ha creado diversas obras
pictóricas sobre cronopios. Descúbrelas en su galería.
Un cronopio pequeñito buscaba la llave de la puerta de calle en la mesa de luz, la mesa de luz en en dormitorio, el dormitorio en la casa, la casa en la calle. Aquí se detenía el cronopio, pues para salir a la calle precisaba la llave de la puerta.

Julio Cortázar, 1962

 
"Canción del cronopio", tema incluido en el álbum Fin de semana salvaje, del grupo argentino de funk punk Los Brujos.

lunes, 8 de octubre de 2012

Inventario del insomne 1

México, por Henri Cartier-Bresson © 1964


Cuando me paro a hablar de mí conmigo
oigo el hondo vacío del pasado:
una llave de plomo cae al agua.
Y si quiero cifrar en la memoria
una sola presencia permanente
en la niebla confusa de mi vida,
allí apareces tú, la más sombría,
la que nunca se entrega, la que huye.
La que arroja la llave
y, cerrando unas puertas invisibles,
me condena a vivir entre estos muros,
oyéndome mi voz, la que me dicta
lo que nunca seré, la equivocada
travesía de mí conmigo mismo.
Felipe Benítez Reyes, 1996






Eneko y Gareta, en su álbum El primer signo, incluyen este tema rapero de título homónimo al del poema de Benítez Reyes. Con todo, no se trata de una versión musicada del mismo.

viernes, 5 de octubre de 2012

Una pasionaria para Dolores

Pasionaria y Alberti, elegidos diputados comunistas en el hemiciclo, por M.Flórez 


¿Quién no la mira? Es de la entraña
del pueblo cántabro y minera.
Tan hermosa como si uniera
tierra y cielo de toda España.

¿Quién no la escucha? De los llanos
sube su voz hasta las cumbres,
y son los hombres más hermanos
y más altas las muchedumbres.

¿Quién no la sigue? Nunca al viento
dio una bandera más pasión
ni ardió más grande un corazón
al par de un mismo pensamiento.

¿Quién no la quiere? No es la hermana,
la novia ni la compañera.
Es algo más: la clase obrera,
madre del sol de la mañana.


Rafael Alberti

Ayer te besé en los labios

El beso del Hotel de Ville, por Robert Doisneau © 1950
Ayer te besé en los labios.
Te besé en los labios. Densos,
rojos. Fue un beso tan corto,
que duró más que un relámpago,
que un milagro, más.
                                          El tiempo
después de dártelo
no lo quise para nada ya,
para nada
lo había querido antes.
Se empezó, se acabó en él.

Hoy estoy besando un beso;
estoy solo con mis labios.
Los pongo
no en tu boca, no, ya no…
-¿Adónde se me ha escapado?-.
Los pongo
en el beso que te di
ayer, en las bocas juntas
del beso que se besaron.
Y dura este beso más
que el silencio, que la luz.
Porque ya no es una carne
ni una boca lo que beso,
que se escapa, que me huye.
No.
Te estoy besando más lejos.


Pedro Salinas, 1933

lunes, 1 de octubre de 2012

El cartero de Neruda

Ola, por Jnj © 2010
—¡Metáforas, hombre!
—¿Qué son esas cosas?
El poeta puso una mano sobre el hombro del muchacho.
—Para aclarártelo más o menos imprecisamente, son modos de decir
una cosa comparándola con otra.
—Deme un ejemplo.
Neruda miró su reloj y suspiró.
—Bueno, cuando tú dices que el cielo está llorando. ¿Qué es lo que
quieres decir?
—¡Qué fácil! Que está lloviendo, pu’.
—Bueno, eso es una metáfora.
—Y ¿por qué, si es una cosa tan fácil, se llama tan complicado? -Porque los nombres no tienen nada que ver con la simplicidad o complicidad de las cosas. Según tu teoría, una cosa chica que vuela no debiera tener un nombre tan largo como mariposa. Piensa que elefante tiene la misma cantidad de letras que mariposa y es mucho más grande y no vuela —concluyó Neruda exhausto. Con un resto de ánimo, le indicó a Mario el rumbo hacia la caleta. Pero el cartero tuvo la prestancia de decir:
—¡P’tas que me gustaría ser poeta!
—¡Hombre! En Chile todos son poetas. Es más original que sigas siendo cartero. Por lo menos caminas mucho y no engordas. En Chile todos los poetas somos guatones.
Neruda retomó la manilla de la puerta, y se disponía a entrar, cuando Mario mirando el vuelo de un pájaro invisible, dijo:
—Es que si fuera poeta podría decir lo que quiero.
—¿Y qué es lo que quieres decir?
—Bueno, ése es justamente el problema. Que como no soy poeta, no puedo decirlo.
El vate se apretó las cejas sobre el tabique de la nariz.
—¿Mario?
—¿Don Pablo?
—Voy a despedirme y a cerrar la puerta.
—Sí, don Pablo.
—Hasta mañana.
—Hasta mañana.
Neruda detuvo la mirada sobre el resto de las cartas, y luego entreabrió el portón. El cartero estudiaba las nubes con los brazos cruzados sobre el pecho. Vino hasta su lado y le picoteó el hombro con un dedo. Sin deshacer su postura, el muchacho se lo quedó mirando.
—Volví a abrir, porque sospechaba que seguías aquí.
—Es que me quedé pensando.
Neruda apretó los dedos en el codo del cartero, y lo fue conduciendo con firmeza hacia el farol donde había estacionado la bicicleta.
—¿Y para pensar te quedas sentado? Si quieres ser poeta, comienza por pensar caminando. ¿O eres como John Wayne, que no podía caminar y mascar chiclets al mismo tiempo? Ahora te vas a la caleta por la playa y, mientras observas el movimiento del mar, puedes ir inventando metáforas.
—¡Deme un ejemplo!
—Mira este poema: «Aquí en la Isla, el mar, y cuánto mar. Se sale de sí mismo a cada rato. Dice que sí, que no, que no. Dice que sí, en azul, en espuma, en galope. Dice que no, que no. No puede estarse quieto. Me llamo mar, repite pegando en una piedra sin lograr convencerla.
Entonces con siete lenguas verdes, de siete tigres verdes, de siete perros verdes, de siete mares verdes, la recorre, la besa, la humedece, y se golpea el pecho repitiendo su nombre». Hizo una pausa satisfecho. ¿Qué te parece?
—Raro.
—«Raro.» ¡Qué crítico más severo que eres!
—No, don Pablo. Raro no lo es el poema. Raro es como yo me sentía cuando usted recitaba el poema.
—Querido Mario, a ver si te desenredas un poco, porque no puedo pasar toda la mañana disfrutando de tu charla.
—¿Cómo se lo explicara? Cuando usted decía el poema, las palabras iban de acá pa’llá.
—¡Como el mar, pues!
—Sí, pues, se movían igual que el mar.
—Eso es el ritmo.
—Y me sentí raro, porque con tanto movimiento me marié.
—Te mareaste.
—¡Claro! Yo iba como un barco temblando en sus palabras.
Los párpados del poeta se despegaron lentamente.
—«Como un barco temblando en mis palabras.»
—¡Claro!
—¿Sabes lo que has hecho, Mario?
—¿Qué?
—Una metáfora.
—Pero no vale, porque me salió de pura casualidad, no más.
—No hay imagen que no sea casual, hijo.
Mario se llevó la mano al corazón, y quiso controlar un aleteo desaforado que le había subido hasta la lengua y que pugnaba por estallar entre sus dientes. Detuvo la caminata, y con un dedo impertinente manipulado a centímetros de la nariz de su emérito cliente, dijo:
—Usted cree que todo el mundo, quiero decir todo el mundo, con el viento, los mares, los árboles, las montañas, el fuego, los animales, las casas, los desiertos, las lluvias…
—… ahora ya puedes decir «etcétera».
—… ¡los etcéteras! ¿Usted cree que el mundo entero es la metáfora de algo?
Neruda abrió la boca, y su robusta barbilla pareció desprendérsele del rostro.
—¿Es una huevada lo que le pregunté, don Pablo?
—No, hombre, no.
—Es que se le puso una cara tan rara.
—No, lo que sucede es que me quedé pensando.

                Antonio Skármeta, 1986

Haz clic en la imagen para enlazar con la escena en la playa del filme El cartero (y Pablo Neruda), de Michael Radford, correspondiente al momento argumental del fragmento de la lectura: el descubrimiento de las metáforas, por parte de Mario.

viernes, 28 de septiembre de 2012

Cumpleaños de amor

Georges Braque, por Bill Brandt ©
¿Cómo seré yo
cuando no sea yo?
Cuando el tiempo
haya modificado mi estructura,
y mi cuerpo sea otro,
otra mi sangre,
otros mis ojos y otros mis cabellos.
Pensaré en ti, tal vez.
Seguramente, mis sucesivos cuerpos
—prolongándome, vivo, hacia la muerte—
se pasarán de mano en mano
de corazón a corazón,
de carne a carne,
el elemento misterioso
que determina mi tristeza
cuando te vas,
que me impulsa a buscarte ciegamente,
que me lleva a tu lado
sin remedio:
lo que la gente llama amor, en suma.

Y los ojos
 —qué importa que no sean estos ojos—
te seguirán a donde vayas, fieles.



Activa el reproductor para oír la recitación en voz del propio poeta incluida en el álbum La palabra en el aire, antología de poemas de Ángel González musicada por el cantautor canario Pedro Guerra.

Desengaño de las mujeres

Mujer sentada con medias a rayas,
bebiendo Raleigh Rye, de la serie
Storyville, por E. J. Bellocq © 1912




Puto es el hombre que de putas fía,
y puto el que sus gustos apetece;
puto es el estipendo que se ofrece
en pago de su puta compañía.

Puto es el gusto y puta la alegría
que el rato putaril nos encarece;
y yo diré que es puto a quien parece,
que no sois puta vos, señora mía.

Mas llámenme a mí puto enamorado,
si al cabo para puta os dejare;
y como puto muera yo quemado,

si de otras tales putas me pagare;
porque las putas graves son costosas,
y las putillas viles, afrentosas.


 Francisco de Quevedo y Villegas, s. XVII
              

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Táctica y estrategia





Mi táctica es 
                         mirarte
aprender como sos
quererte como sos

mi táctica es
                         hablarte
y escucharte
construir con palabras
un puente indestructible

mi táctica es
quedarme en tu recuerdo
no sé cómo          ni sé
con qué pretexto
pero quedarme en vos

mi táctica es
                         ser franco
y saber que sos franca
y que no nos vendamos
simulacros
para que entre los dos
no haya telón
                          ni abismos

mi estrategia es
en cambio
más profunda y más
                                      simple

mi estrategia es
que un día cualquiera
no sé cómo           ni sé
con qué pretexto
por fin            me necesites.
                Mario Benedetti, 1974


Haz clic en la imagen para enlazar con el fragmento cinematográfico, perteneciente al filme de Eliseo Subiela El lado oscuro del corazón, en el que el personaje del poeta bohemio Oliverio, interpretado por Darío Grandinetti, recita estos versos de Benedetti a la chica que pretende conquistar en la barra de un bar de alterne.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Poema XX

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada,

y tiritan, azules, los astros, a lo lejos».

El viento de la noche gira en el cielo y canta.


Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En las noches como esta la tuve entre mis brazos.

La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería.

Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.

Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.

La noche está estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.

Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca.

Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.

Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.

Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.

Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.

Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como esta la tuve entre mis brazos,

mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque este sea el último dolor que ella me causa,

y estos sean los últimos versos que yo le escribo.

                Pablo Neruda, 1924


Activa el reproductor para oír una versión de este poema interpretada por Joan Manuel Serrat, con música de Ramón Ayala, la cual se halla incluida en el álbum colectivo Neruda en el corazón.

martes, 18 de septiembre de 2012

Me basta así


Si yo fuese Dios
y tuviese el secreto,
haría un ser exacto a ti;
lo probaría
(a la manera de los panaderos
cuando prueban el pan, es decir:
con la boca),
y si ese sabor fuese
igual al tuyo, o sea
tu mismo olor, y tu manera
de sonreír,
y de guardar silencio,
y de estrechar mi mano estrictamente,
y de besarnos sin hacernos daño
—de esto sí estoy seguro: pongo
tanta atención cuando te beso—;
entonces,
si yo fuese Dios,
podría repetirte y repetirte,
siempre la misma y siempre diferente,
sin cansarme jamás del juego idéntico,
sin desdeñar tampoco la que fuiste
por la que ibas a ser dentro de nada;
ya no sé si me explico, pero quiero
aclarar que si yo fuese
Dios, haría
lo posible por ser Ángel González
para quererte tal como te quiero,
para aguardar con calma
a que te crees tú misma cada día
a que sorprendas todas las mañanas
la luz recién nacida con tu propia
luz, y corras
la cortina impalpable que separa
el sueño de la vida,
resucitándome con tu palabra,
Lázaro alegre,
yo,
mojado todavía
de sombras y pereza,
sorprendido y absorto
en la contemplación de todo aquello
que, en unión de mí mismo,
recuperas y salvas, mueves, dejas
abandonado cuando —luego— callas...
(Escucho tu silencio.
                                           Oigo
constelaciones: existes.
                                                 Creo en ti.
                                                                      Eres.
                                                                                Me basta).
 Ángel González, 1965

 Activa el reproductor para oír la versión de este poema incluida en el álbum La palabra en el aire, antología de poemas de Ángel González musicada por el cantautor canario Pedro Guerra y recitada, en parte, por el propio poeta.